Cuando la mayoría de la gente piensa en la búsqueda de vida extraterrestre, lo primero que generalmente se le viene a la mente es SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre). Pero ahora, se ha presentado una tercera opción: buscar fuentes de luz artificial en las superficies de los exoplanetas, como las luces de las ciudades en la Tierra.
Según Avi Loeb, del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica, "buscar ciudades alienígenas sería una posibilidad remota, pero no requeriría recursos adicionales. Y si tenemos éxito, cambiaría nuestra percepción de nuestro lugar en el universo ".
Al igual que las otras iniciativas SETI, se basa en la suposición de que una civilización alienígena usaría tecnologías similares a las nuestras o al menos reconocibles. Esa suposición misma ha sido objeto de debate polémico a lo largo de los años. Si una sociedad alienígena fuera miles o millones de años más avanzada que nosotros, ¿alguna de sus tecnologías nos sería reconocible?
Aparte de eso, ¿qué tan fácil (o no) sería detectar los signos de iluminación artificial en un planeta alienígena a años luz de nosotros? La sugerencia es mirar los cambios en la luz de un exoplaneta mientras orbita su estrella. La luz artificial aumentaría en brillo en el lado oscuro de un planeta a medida que orbita la estrella (a medida que el planeta atraviesa sus fases, como nuestra Luna u otros planetas en nuestro propio sistema solar), volviéndose más visible que cualquier luz que se refleje El lado del día.
Ese tipo de descubrimiento requerirá la próxima generación de telescopios, pero los telescopios de hoy podrían probar la idea, pudiendo encontrar algo similar tan lejos como el Cinturón de Kuiper en nuestro sistema solar, donde residen Plutón y miles de otros pequeños cuerpos helados. Como señaló Edwin Turner en la Universidad de Princeton, "es muy poco probable que haya ciudades alienígenas en el borde de nuestro sistema solar, pero el principio de la ciencia es encontrar un método para verificar. Antes de Galileo, era una creencia convencional que los objetos más pesados caen más rápido que los objetos ligeros, pero probó la creencia y descubrió que en realidad caen al mismo ritmo ".
El artículo ha sido enviado a la revista. Astrobiología y está disponible aquí